Cómo se forjaban las espadas en la península

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Josean
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Cómo se forjaban las espadas en la península

Post by Josean » Fri, 08 Jun 2012, 12:54

Es muy interesante.
De los métodos utilizados en el pasado para la forja de espadas en nuestro País no ha quedado apenas memoria, pues la única referencia documental disponible es la descripción de esta actividad de Gaspar Melchor de Jovellanos, a finales del siglo XVIII en sus Diarios Intimos.

Según este relato los espaderos forjaban conjuntamente barras de hierro dulce y acero, para lo que partían de dos llantas de 1,5 x 0,5 pulgadas de sección de cada uno de estos dos materiales, uniendo las cuatro en un haz, de forma tal que las de la misma clase, quedaran en posiciones opuestas, para una vez calentadas en la fragua soldarlas entre sí a golpes de martillo sobre el yunque, hasta conseguir su unión íntima.

Las investigaciones sobre los procesos antiguos de forja de espadas, llevadas a cabo por Genaro Rosado del Centro de Investigación Inasmet, permiten deducir que una vez soldadas las cuatro piezas entre sí, las golpeaban también sobre un yunque con martillos o mazos sobre una de sus aristas hasta conseguir una sección aplastada y ovalada, con una distribución del material tal que el correspondiente a cada una de las llantas de hierro quedara en los lados o caras superior e inferior y el acero en ambos extremos del óvalo, zonas que una vez terminada la espada iban a corresponder al filo de la misma. De esta forma conseguían una distribución adecuada del material, hierro tenaz en los lados y núcleo, y acero, susceptible de alcanzar una gran dureza tras el temple, en los extremos y filo.

En el caso de querer fabricar espadas de gran calidad, plegaban sobre sí mismo el conjunto así obtenido y de nuevo sobre el yunque y a golpes de martillo, unían entre sí ambas caras, soldándolas “a la calda”, de forma que obtenían una sección el doble de gruesa que de nuevo se estiraba y adelgazaba a golpes. Esta operación de plegado sobre sí mismo, nueva unión por soldadura de las dos partes, seguida de un estirado era repetida 2 o 3 veces, de forma tal que al final del largo y minucioso proceso de forja, el hierro y acero se iban quedando convertidos en finas láminas de ambos materiales superpuestos. Asimismo los extremos de la sección o filo quedaban constituidos por acero y el núcleo de la espada y las caras laterales por una mayor proporción de láminas de hierro dulce.

De esta forma conseguían una penetración del temple más profunda, lo que permitía que el arma pudiera ser reafilada y templada repetidas veces sin que por ello, los filos sucesivos perdieran su dureza.

Esta era una de las principales características de las armas fabricadas en el país y otros centros espaderos de la Península, utilizando el acero de Mondragón y la causa principal de su prestigio y aceptación.

Por el contrario las armas blancas fabricadas en otras zonas europeas no podían ser reafiladas más de 1 ó 2 veces, al estar construidas con hierro dulce que una vez conformado, era cementado sumergiéndolo durante horas e incluso días en una brasa de carbón vegetal, para posteriormente proceder a su temples enfriándolas en agua.

De esta forma sólo conseguían una delgada capa de material susceptible de ser templado, con una profundidad no mayor de algo más de medio milímetro de espesor y que desaparecía al segundo o tercer afilado, perdiendo el arma toda capacidad de ser templada de nuevo, lo que sí era posible, como hemos señalado, en las armas fabricadas con acero de Mondragón.

En todo este proceso los espaderos debían introducir el material en la fragua repetidas veces, a fin de mantenerlo a la temperatura adecuada y la soldadura debía hacerse de forma inmediata con golpes repetidos y precisos y vertiendo sobre la superficie a soldar arena silícea que al entrar en contacto con el hierro al rojo se fundía y formaba una fina lámina sobre el material que evitaba la formación de óxido de hierro que impedía, en caso de formarse, la unión de las dos piezas.

Francisco de Santiago Palomar (4), en su descripción del trabajo de los espaderos toledanos, atribuye especiales cualidades a la arena silícea del Tajo que se utilizaba para esta labor y achaca en parte, a las mismas (injustificadamente desde el punto de vista actual), las excelentes cualidades de las armas forjadas en esta ciudad.

La soldadura “a la calda” de láminas de acero y de éstas con hierro debía presentar dificultad especial por la mala soldabilidad de los aceros con contenidos de carbono superiores al 0,5%. La forma de hacerlo correctamente debió ser otro de los secretos o conocimientos diferenciadores de nuestros maestros espaderos, con respecto a otros que no dominaban esta técnica, de forma que aún hoy, es difícil determinar el procedimiento utilizado.
Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves.

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